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antonio-cisnerosNota sobre Antonio Cisneros publicada el sábado pasado en el suplemento Laberinto de Milenio Diario.

 

 

 

 

A cada quien su animal

A cada quien su animal

 

 

La buena poesía es la victoria contra el lugar común

 

 

Lee sus poemas como si trajera un gato atravesado en la garganta, o una extraña mezcla de tequila con piedra pómez.
Confiesa, a riesgo de que sus lectores se decepcionen, que detesta los animales domésticos, aunque le fascina la fauna salvaje. Las ballenas, los tigres… A cada quien su animal (La Cabra Ediciones, Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León), reúne la fauna poética de Cisneros.

 

Marco Antonio Campos dice que “muy poco y muy pocos se salvan de los dardos envenenados de Antonio Cisneros, de sus cubetazos de agua fría, de sus gargajos de fuego: ni historias oficiales, ni héroes en sus estatuas ecuestres, ni ciudadanos de países, ni etnias, ni religiones, y desde luego, ni él mismo”.

 

Ganador del Premio Casa de las Américas en 1968 con una obra emblemática para la poesía latinoamericana, Canto ceremonial para un oso hormiguero, Cisneros tiene entre sus libros memorables Agua que no has de beber y Como higuera en un campo de golf.

 

 

Entre poetas

 

A Cisneros se dedicó el encuentro Poetas del Mundo Latino, que del 19 al 25 de octubre se realizó en diversos foros de la Ciudad de México, de Morelia y otros lugares de Michoacán, reuniendo a invitados de 20 países.

 

El júbilo de Antonio Cisneros es mucho, sus respuestas síntesis de la síntesis. “Por primera vez publiqué fuera del Perú, tuve de arranque cinco ediciones en español, una acogida cariñosa y varias traducciones. Entonces me sentí el hijo favorito de los dioses”, dice refiriéndose a Canto ceremonial para un oso hormiguero.

 

“La poesía es un inevitable testimonio de todo lo que te ocupa y el mundo que te rodea”, explica cuando se anima a responder respecto a las cosas de la vida que influyen en su poesía.
El poema, desde la óptica del lector, puede ser celebración o aguijón, y desde su perspectiva: “ni una ni otra cosa y puede ser las dos”.
Hablamos de la fama: “la ventaja es que no tienes que desesperarte para demostrar quién eres. La desventaja es que por eso te odian los desesperados”.

 

—¿Te afecta, como escritor, lo que sucede en el mundo?
Me afecta como ser humano lo que sucede en el mundo.
—¿Dudar de todo es una premisa del poeta?
No sé si es una premisa del poeta. La cosa es que yo detesto las certezas idiotas (es decir, todas las certezas).
—¿Poesía en estado puro o alimento de las otras artes?
La poesía no es sólo un género, es un momento único que se da (si se da) en todos (casi todos) los actos del ser humano.
—¿Cómo ves los libros y los periódicos del futuro?
Igual que ahora. El libro virtual continuará su desarrollo en paralelo. Lo cortés no quita lo valiente.

 

¿Para qué sirve la poesía?

“¿La poesía para qué sirve?”, se pregunta Cisneros, frente a un escenario de Uruapan, a donde llegan los poetas después de ejercitar la voz con palabras como Tupataro, Cuanajaro, Zirahuén, Opoeo, Tacámbaro, Jujacato, Zurumucapio, Caltzontzin, Paracho, Tararacua, Caracha, Ziracuaretiro y tantas otras. “No todo es best seller en la vida —responde él mismo—. En los tres mil años que tiene este extraño género siempre se ha preguntado lo mismo; lo que tiene continuidad sirve para algo. Los temas siguen siendo amor, desamor, tristeza, alegría, solidaridad, vida, muerte. Las palabras del poeta son las del diccionario. La poesía habla de las cosas que todos sienten con las palabras que todos conocen. Es la gran lucha contra el lugar común. La buena poesía es la victoria contra el lugar común”.

 

Los gatos atraviesan su garganta cuando lee una vez más su “Tercer Movimiento (affettuosso)”:

“Para hacer el amor/ debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,/ tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra/ para hacer el amor.// Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos/ pero la arena gruesa es mejor todavía./ Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas./ Poco reino es la cama para este buen amor./ Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:/ que ningún valle o monte quede oculto y los amantes podrán holgarse en todos sus caminos// La oscuridad no guarda el buen amor./ El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo/ y entonces la muchacha no verá el Dedo de Dios. Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,/ los pulmones abiertos,/ las frases cortas./ Es difícil hacer el amor pero se aprende”.

 

Siempre es una tentación saber qué piensa el poeta sobre el continente que habita: “Sabemos lo que no es Latinoamérica, pero no sabemos lo que es. Para mí, es indefinible”.

“La poesía latinoamericana”, le dijo hace años a Andrés Gómez, “siempre está bien. No veo nada especial. Sí veo el regreso de un cierto lirismo. En todo caso no hay un Vargas Llosa joven que quiere salvar la humanidad, sino más bien Bryces Echeniques. Hay una desconfianza de lo mesiánico. Porque todo acaba por irse a la mierda”.
Margarito Cuéllar •

 

Fuente: MILENIO Semanal

 

 



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